Mónica Fernández-Aceytuno es bióloga y escritora. También una guardiana y divulgadora de la naturaleza. Como ella dice, trabaja por y para la naturaleza. Hablar con ella es como beber de un arroyo fresco en un día de verano, como ese primer olor que viene al segar la hierba. Con esta entrevista, nos trae a Almáciga su historia, su amor y defensa por el territorio, y muchas palabras de sus últimos libros, los Diccionarios de la Naturaleza, ella, que nunca pensó que se dedicaría a escribir, es una escritora de tierra que susurra y emociona.
Me gustó mucho y me pareció muy curioso, como terminas en uno de tus libros, mencionando “la tercera rama”. Imagino que para ti, es la rama donde confluye la naturaleza y la literatura, las ciencias y las letras. Tú la llamas la rama donde anidan los pájaros. ¿Cuándo nació en ti el impulso de escribir? ¿Por qué esta tercera rama?
Realmente no sé decirte cuándo. Siempre pensé estudiar Ciencias. Yo nací en África, pero recuerdo de pequeña, viviendo en el centro de Madrid, cómo me asombraba descubrir cómo germinaba una semilla que sembraba en una maceta. De ahí toda la curiosidad que me llevó a la biología, a la vida de las plantas. Nunca pensé en escribir, sí es verdad que los comentarios de texto me salvaron la selectividad. Mi abuela me daba los pasaportes caducados para que yo escribiera, era una niña que estaba todo el día leyendo y escribiendo. Pero no sentía esa vocación, aunque estaba ahí. No recuerdo cuándo, pero hubo un día que el médico de aquí de Oza, me dijo: “Mónica, lo tuyo es escribir”. Y me quedé asombrada porque yo creía que mi camino era la ciencia, no la escritura. Y ahí pensé en un camino en el centro, y que yo sin saberlo, quizás, lo estoy buscando. De ahí esa tercera rama donde anidan los pájaros. Muchas veces nos encontramos que hasta el científico más reputado no es capaz de atrapar los conceptos, y el escritor puede hacerlo pero a veces, le falta la base científica que tiene el primero. Yo creo que es necesario esas dos partes para comprender la naturaleza, y a la vez expresarla de una forma certera como una fórmula química con la que aciertas. Muchas veces para mí, cuando estoy escribiendo y doy con la frase que quería, es cómo descubrir un planeta, una planta. La escritura tiene para mí también ese lado científico de un ¡eureka!.
Eres una de las escritoras de la naturaleza de nuestro país reconocida y premiada, con una trayectoria gigante. Por fin leemos, nombramos y conocemos a más mujeres que escriben como tú. Generalmente, esta “nature writing” ha estado muy ligada a los hombres. Y si preguntamos por escritores de la naturaleza, lo más seguro es que nos respondan con nombres de escritores. ¿Qué piensas respecto a esto? ¿Cuáles han sido tus referentes?
Siempre he leído por instinto. Recuerdo una librería en A Coruña que ya no existe, a la que iba encontrando los libros igual que como vas buscando y encontrando las flores. Mi manera de leer ha sido muy errática, y siento que he leído muy poco, digamos que he leído de una forma muy selectiva. Para mí es muy importante lo que una lee como lo que no lee. Pienso que a lo mejor la escritura podría estropearse. He de decirte que no lo hago de manera consciente. No he tenido tampoco un referente específico. Sí que me recuerdo en Galicia, cuando llegué, con esos inviernos interminables, leyendo toda la literatura rusa que me encanta. También he leído toda esa literatura de la naturaleza de la costa este americana, en la que yo incluiría a Emily Dickinson, que se ha quedado fuera de muchos movimientos. Era una mujer con una relación con la naturaleza única, que tenía el aislamiento necesario para escribir. A mí lo que me llena es cuando leo algo que me emociona, que me gusta tanto que necesito pensarlo. De nuestro país, me gustan mucho los escritores Miguel Delibes y José Antonio Muñoz Rojas, un poeta maravilloso, por esa conexión con el campo tan auténtica. Otra escritora que me gusta es Juana de Ibarbourou, poeta uruguaya. Su relación con la naturaleza era absoluta. Podía estar acunando a su hijo y pensar de qué madera, de qué árbol es la cuna en la que descansa su bebé. Te recomiendo sus libros, Raíz salvaje y Las lenguas del diamante.
Si yo supiera de qué selva vino
El árbol vigoroso que dio el cedro
Para tornear la cuna de mi hijo…
Quisiera bendecir su nombre exótico.
Quisiera adivinar bajo qué cielo,
Bajo qué brisa fue creciendo lento
El árbol que nació con el destino
De ser tan puro y diminuto lecho.
(fragmento del poema La cuna de Juana de Ibarbourou)
Eres una firme defensora del medio rural y su patrimonio. Este año, has impulsado un manifiesto para que Montes do Gato sea declarado como parque natural para proteger su biodiversidad, paisaje, yacimientos arqueológicos y patrimonio, amenazados por un proyecto mega-eólico.
Ahora mismo, hablando contigo, desde donde estoy, en los Montes do Gato, veo un castro maravilloso, con los robles delante, toda la hierba sin segar, moviéndose. ¿Sabes que ese movimiento se llama brizar? Es como acunar las ramas y los tallos, es un movimiento que hace ondas, como el mar. Pensar que quieren dinamitar este monte (una parte es toda macizo granítico) para poner los aerogeneradores, cinco líneas de alta tensión y una subestación eléctrica… La gente de aquí está desesperada porque su modo de vida no es ese. Es una absoluta usurpación del territorio, un daño tremendo a la biodiversidad: aquí tenemos unas brañas con unas especies únicas y muy especiales, porque han estado aisladas. Estos días me acuerdo mucho de una escritora de la naturaleza, Rachel Carson. Antes de escribir Primavera silenciosa, considerado uno de los primeros libros de ecología de todos los tiempos, ella se dedicaba a la divulgación, en especial de la costa de Maine, donde vivía. Ella, bióloga, trabajaba en la Administración de Pesca y Vida Salvaje, y empieza a recopilar información acerca de la contaminación por pesticidas y a volcarse por completo en ello, dejando de lado su faceta de divulgadora. Pasa a ser una defensora absoluta de la tierra. Se llama Primavera silenciosa porque los huevos de las puestas de las aves adelgazan y se perdían, y decía que íbamos hacia una primavera sin pájaros. Gracias a su obra y a toda su defensa, a pesar de que la industria química fue contra ella, el DDT se prohibió. Muchas veces pienso que a lo mejor el cáncer que hizo que muriera dos años después de publicar su libro, fue agravado por la enorme lucha a la que tuvo que enfrentarse. Muchos científicos y la industria química fueron contra ella. Y a pesar de todo, ella siguió luchando y defendiendo con valentía la defensa y conservación.
¿Y cómo vives ahora la escritura inmersa en esta reivindicación por la defensa del territorio en tu tierra?
¿Sabes que me pasa ahora? No soy capaz de escribir. Creo que la naturaleza me exige casi un estado de ánimo, una felicidad, aislamiento. Necesito esa soledad, ese aislamiento singular que también hace que haya rincones en el mundo únicos en biodiversidad. En este momento de mi vida, yo no puedo estar así. Estoy completamente volcada en la defensa de este territorio que quieren convertir en suelo industrial. No he podido escribir una sola línea desde que empecé con esta lucha de los Montes de Gato. Me exige una total entrega, y siento que no puedo entregar nada bello a la escritura. Siento que hasta que no pase todo esto, esas frases que vienen, que parecen dictadas desde una nube, no van a aparecer.
Has usado la palabra usurpación. Parece que el medio rural es la despensa de lo que necesitamos o el vertedero de lo que no queremos. ¿Cómo vives la proliferación de estos megaproyectos en este tipo de parajes?
La vivo con una angustia y una impotencia tremenda. He escrito un artículo para el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y la palabra que uso es auxilio, un SOS. No son conscientes de que esto es un despropósito, porque se está haciendo sin ninguna ordenación. De hecho, la Unión Europea empieza ahora a ser un poco más consciente con las estrategias para la biodiversidad y de la granja a la mesa. El principal problema que vamos a tener muy a corto plazo es el abastecimiento de alimentos y de agua de calidad. Estos montes, que para algunos parece que no sirven para nada, todas las personas que trabajan aquí, cultivando la tierra… necesitamos que haya un consumo cercano de productos de primera necesidad. Aquí tenemos por ejemplo, brañas, que filtran toda el agua que luego bebemos. Si aquí se cambian los cauces y se contamina con aceite industrial, ¿qué pasará con la calidad del agua? No sólo será perjudicial para la naturaleza y la fauna, también lo será para todos nosotros. Parece que a nadie le importa el cambio climático, solo el negocio. En este territorio con tanto valor patrimonial, natural y cultural, es un disparate absoluto. Espero que no se lleve a cabo el proyecto, sería transgredir muchas leyes que protegen el territorio, ojalá lo respete. Me mencionas que parece que repetimos la historia de los pantanos… la cosa es que han pasado muchos años y afortunadamente ahora tenemos muchas directivas de protección del medio ambiente. Incluso la ley de cambio climático que acaba de salir, ya dice que no podemos ir hacia una regresión en la naturaleza. Hay un principio de no-regresión. Claro que se hicieron muchos embalses, muchas barbaridades que se intentaron arreglar, como las escalas para que los salmones hicieran su camino. Pero en esos años la naturaleza no tenía la protección que tiene hoy. Sabemos que la naturaleza es absolutamente necesaria para nuestra supervivencia.
Escribes “tan importante es conservar las palabras como preservar la naturaleza que nombran. Este es un diccionario científico realizado desde la literatura, de tal manera que se podrá leer como un poema y a la vez como algo cierto y fiable. Así presentas tus libros, esos Diccionarios de palabras hermosas y curiosas de la naturaleza. Para ti, ¿nombrar para conocer, para cuidar, para conocer?
Nombrar es ver. Si tú sabes nombrar, verás más. Porque aprendes a mirar, incluso aunque no sepas el nombre, puedes darle un nombre nuevo que inventes. Las palabras nos ayudan a ver. Cuantas más palabras conoces de la naturaleza, mejor la ves, y más la aprecias. Cuando nombramos, estamos amando aquello que le damos nombre. También le damos nuestra humanidad a las cosas que nombramos. Llevamos algo dentro que es muy misterioso, pienso que no hay ningún animal que escriba aparte de nosotros. Por eso les damos más que un nombre. Les damos nuestra sabiduría como seres humanos. Pienso lo mismo con la pintura y con la música. Tan importante como nombrar, es no perder sus palabras, es como perder la propia naturaleza. Es una extinción. Se crea un puente colgante entre las palabras y nosotros, como un hilo invisible que nos une a lo que nombramos. Si perdemos esas palabras, estamos perdiendo esa conexión. Yo antes hablaba de camino y tú me has respondido con vereda, y ahora pienso en la palabra trocha. Si las perdemos, también olvidaremos ese sentimiento de conexión con la tierra. ¿Por qué nos gustan tanto los libros de Miguel Delibes? Pues porque creo que están llenos de esas palabras verdaderas que él escuchó de personas del campo y que luego les siguió dando vida en sus libros. Muchas, no sabemos qué quieren decir, pero nos suenan a tierra, a campo, a verdad, a aire, a pájaro. Nos atraen como un relato en sí.
Nombrar como el primer paso para establecer un vínculo…con un pájaro, con un árbol, con el mismo territorio. Escuchándote me viene esa imagen de tender la mano, y palabras como empatía, ese sentimiento de formar parte, de cuidar, de proteger, de pertenecer pero no de ser dueños.
Sí, no nos pertenece pero notamos que es algo nuestro. Como ese ramo de amapolas que ansiamos pero que no podemos hacer. Pero cuando ves el campo lleno de amapolas, es, en cierta forma, tuyo. Es algo que está dentro de ti, y lo sientes tuyo desde niña, tuyo para siempre. Y si lo arrancas y quieres poseerlo, lo estropeas. Pienso en esos nidos y en esa expresión que se usa cuando se molestan y se tocan: “estás aburriendo el nido”. Los padres lo aborrecen o lo aburren, y es lo que ocurre cuando uno se acerca demasiado al nido, a la naturaleza. Pienso en la naturaleza como en un amor de lejos, en un amor platónico.
Contigo descubrimos la palabra seroja. Uno de los significados que describes en tu libro: es lo que el árbol entrega al suelo y a sus habitantes. Y en cierta forma, Mónica, yo te veo como una seroja en tus redes. Eres una persona muy generosa, durante mucho tiempo has compartido palabras de la naturaleza prácticamente todos los días. ¿Por qué decidiste abrir el proyecto de esta manera?
Pues creo que lo he hecho como haces todas las cosas importantes en la vida: sin pensarlas, de pronto, suceden. Un día, pensé que debía de empezar a apuntar las palabras que me gustaban y de ahí surgió el diccionario. Gracias a la Fundación Aquae que me apoyó muchísimo, pude hacerlo de manera más profesional. En las redes, el día que no comparto una palabra, me parece un día perdido. Es algo que lanzo al mundo y que me gusta hacerlo. Las palabras vienen cuando estoy en la naturaleza, no las busco en los libros o a propósito. Mira, por ejemplo, estoy mirando el mar y veo que brilla el agua y pienso: ¿tendrá algún nombre ese brillo del agua? Y al final encuentro la palabra tremelucir : temblar una luz sobre el agua. Y todo es así. A veces las puedo encontrar leyendo, pero la mayoría las encuentro en la naturaleza, haciéndome preguntas. Como tremolina que es ese viento bullicioso Muchas palabras surgen de la observación, del desconocimiento, de la curiosidad. Espero retomar pronto un libro que estoy preparando acerca de los colores de la naturaleza. ¿Sabes la cantidad de tonos de verde diferentes que hay y que todos tienen un nombre? Verdegay, el primer verde de la primavera, un verde claro. Existe el verdemontaña, fíjate qué palabra tan preciosa. Y quería contarte acerca del color que sale en tu libro de almáciga, almagre: es el rojo que se usaba en las pinturas rupestres, como en la cueva de Altamira, ese rojo de arcilla.
Sigues siendo, de cierto modo, una niña. No tienes miedo a preguntar, no dejas de sorprenderte, sigues queriendo saber.
Estamos rodeados de cosas maravillosas que suceden todos los días. Soy una afortunada porque vivo en el campo, pero en la ciudad también podemos observarlas. Cuando pasaba temporadas en la ciudad, siempre andaba pendiente del vuelo de las gaviotas y de los aligustres en flor, que su olor me recordaban al velo de una novia. Para mí la observación y la curiosidad es como el cuarto de jugar. Esa parte de niña no la he perdido. Mi cuarto de jugar es la naturaleza que nos rodea, en cualquier lugar hay belleza, y solo hay que estar ahí dispuestos a verla, a encontrarla.
También recoges palabras que no aparecen en el DRAE, incluso desde tus redes has propuesto la inclusión de alguna, como maresía
Sí que aparece en el diccionario de las Islas Canarias. Y he pedido que la incluyan. Porque maresía es el olor a mar, algas y humedad cargada del salitre de la bruma. Todos conocemos esa sensación a ese olor. Es una de las palabras que más se ha visto en el diccionario. Otra muy vista es el rayo dormido, también se dice el rayo durmiente, el rayo latente. Son aquellos rayos que provocan los incendios. El rayo cae sobre un árbol, se queda ahí “dormido” uno o dos días, y cuando ya se ha secado el agua de la tormenta, combustiona y se produce el incendio. Deja una cicatriz como en espiral y por ahí es cómo reconocen que ahí un rayo dormido y pueden prevenir el incendio. Hay sierras, como la de Ayora, en la que el 99 por ciento de los incendios se producen por rayos dormidos que luego se despiertan y provocan el incendio.
Escribes: “el silencio es el lugar donde nacen las palabras”. ¿Qué palabra podría servirnos en estos tiempos que nos atraviesan de inmediatez e incertidumbre?
Pienso en la palabra columbrar: «Vislumbrar a lo lejos. También sinónimo de entrever, conjeturar, divisar imaginando lo que se mira. A los ojos, se les llamó columbres».
¿Cómo te sientes respecto al último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC)? ¿Cómo convives con ello? ¿Te viene alguna de tus palabras que podrían ayudarnos a crear nuevos vínculos y vecindarios?
La emergencia hoy es doble, de un lado la emergencia climática y de otra, más inmediata, la emergencia de la Biodiversidad, al estar asistiendo en tiempo real a la usurpación del Territorio de la Naturaleza y de los usos tradicionales del campo para convertirlos en suelo industrial. Como toda emergencia, la climática hay que abordarla sin demora pero sin precipitación ya que toda emergencia resuelta precipitadamente suele terminar en catástrofe, en este caso en catástrofe ambiental. En concreto, la implantación de renovables debería contar con las personas que habitan los territorios donde se quieren implantar y mantener un riguroso respeto hacia la Biodiversidad, el Paisaje y el Patrimonio Cultural. No debería instalarse ni un sólo aerogenerador que hiciera ruido o tuviera aspas sobre la tierra o el mar ya que el aire es el territorio de las aves, y el silencio del campo es el bienestar de todas las especies que lo habitan. No podemos pasar de la primavera silenciosa de Rachel Carson, a la primavera ruidosa de los campos convertidos en polígonos industriales, y a la tristeza de las aves marinas y migratorias hechas trizas sobre las olas.
En la web de Mónica, podemos descubrir muchísimas palabras de su diccionario de la naturaleza. Ella, nos regala algunas que salen en sus libros para esta Almáciga:
- Acirate: loma que separa los cultivos donde sobreviven las plantas silvestres
- Álula: pluma o grupo de pequeñas plumas que sustenta a las aves cuando reducen la velocidad para que no entren en pérdida. El álula es un grupo de plumas que parecen ramitas. Sirven a las aves para detenerse en los brazos del viento y no caerse bruscamente por un barranco. Es lo que nos gustaría tener para que la vida fuera más despacio.
- Baraño: estela de hierba recién segada.
- Cándalo: rama que se desprende de su árbol con un chasquido.
- Estridular: se dice de los grillos: chirriar frotando los élitros o las alas haciendo un sonido que recuerda a una voz aunque no la tengan. A este cantar de los grillos también se le llama grillar.
- Ruderal: se dice de las plantas que nos acompañan por los caminos, las vías del tren, la ciudad o los cultivos.
- Chilrío: se dice del canto de algunas aves, como el mirlo, el vencejo y la alondra.
- Matacaná: bosque silvestre que forma una isla entre cultivos o pastizales y que nace de forma espontánea de las semillas y el agua caída del cielo.
- Trisar: cantar la golondrina.
Y también podemos escuchar en la voz de Mónica las siguientes palabras y sus significados:
Maresía
Columbrar
Encamada
Si conocéis más historias y significados sobre estas palabras, o queréis compartir nuevas para alimentar esta almáciga, podéis hacerlo aquí.